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«Falsas alternativas» - Dietrich von Hildebrand (1889-1997)

He aquí un texto que, escrito en 1969, resulta un claro adelanto de lo que mucho tiempo después, S.S. Benedicto XVI va a denominar la «hermenéutica de la continuidad». C uando leemos la luminosa encíclica Ecclesiam Suam, del Papa Pablo VI, o la magnífica «Constitución Dogmática sobre la Iglesia», de los Padres del Concilio, no podemos menos de darnos cuenta de la grandeza del Concilio Vaticano II. Pero cuando volvemos la mirada a muchos escritos contemporáneos –algunos escritos por teólogos muy famosos, otros escritos por teólogos de menor categoría, y otros también por laicos, que nos ofrecen sus urdimbres teológicas propias de aficionados–, no podemos menos de sentir honda tristeza, y de experimentar grave preocupación. Indudablemente, sería difícil concebir mayor contraste que el que existe entre los documentos oficiales del Vaticano II y las declaraciones superficiales e insípidas de diversos teólogos y laicos que se han extendido por todas partes como un morbo infeccioso. De un la

«El arte de envejecer» - Gustave Thibon (1903-2001)

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«...Al cerrarse el porvenir se abre la eternidad; la rueda de los días, al mismo tiempo que desgasta el cuerpo, debe agudizar el alma...» La escena que voy a contar se sitúa en 1943. Era la época en que las restricciones alcanzaban su plenitud, o mejor, su vacío. Se había organizado en mi pueblo una verbena en la que se vendían, a beneficio de los prisioneros, dulces que no se encontraban desde hacía bastante tiempo y, en especial, maravillosos buñuelos de crema fabricados por los campesinos del lugar. Hacia el final del día llegó un viejo que se había arrastrado penosamente desde el pueblo vecino para gozar de esta insólita ganga. No hubo suerte: se acababan de vender los últimos buñuelos de crema. Y el pobre viejo, terriblemente decepcionado, se puso a llorar como un niño. También yo tuve ganas de llorar, pues esta escena me hizo apreciar a lo vivo toda la miseria del hombre que no ha sabido envejecer. Y pensé en las amargas palabras de Sainte-Beuve: «No se madura; se endurece un

«Los discípulos de Emaús» - Mons. Fulton J. Sheen (1895-1979)

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«Lo que en la conversación con los dos discípulos se hizo resaltar no fueron las enseñanzas dadas por Jesús, sino que se insistió en sus sufrimientos y en el modo como éstos eran convenientes para su glorificación».  Mediante la presente publicación, «Decíamos Ayer...» desea a todos sus lectores amigos unas felices y santas Pascuas de Resurrección. Aquel mismo domingo de pascua nuestro Señor se apareció a dos de sus discípulos que se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a breve distancia de Jerusalén. No hacía mucho que habían tenido grandes esperanzas en lo que Jesús les había prometido, pero las tinieblas del viernes santo y la escena de la sepultura del Maestro les habían hecho perder toda su alegría. En el pensamiento de todos, nada estaba tan presente aquel día como la persona de Cristo. Mientras se hallaban conversando con ánimo triste y angustiado acerca de los horribles hechos acaecidos durante los dos días precedentes, un forastero se les acercó. Sin embargo, los discípulos n

«Jesús en la cruz» (fragmento) - S.S. Benedicto XVI (1927-2022)

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[…] Jesús muere en la cruz. Según la narración de los evangelistas, Jesús murió orando en la hora nona, es decir, a las tres de la tarde. En Lucas, su última plegaria está tomada del Salmo 31: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46; cf. Sal 31,6). Para Juan, la última palabra de Jesús fue: «Está cumplido» (19,30). En el texto griego, esta palabra ( tetélestai ) remite hacia atrás, al principio de la Pasión, a la hora del lavatorio de los pies, cuyo relato introduce el evangelista subrayando que Jesús amó a los suyos «hasta el extremo ( télos )» (13,1). Este «fin», este extremo cumplimiento del amor, se alcanza ahora, en el momento de la muerte. Él ha ido realmente hasta el final, hasta el límite y más allá del límite. Él ha realizado la totalidad del amor, se ha dado a sí mismo. En el capítulo 6, al hablar de la oración de Jesús en el Monte de los Olivos, hemos conocido también otro significado de la misma palabra ( teleioũn ) basándonos en Hebreos 5,9: en la Tor

«El Americanismo» - Guillermo Gueydan de Roussel (1908-1996)

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«La Revolución Francesa había reemplazado a Dios por la Razón, los Estados Unidos concibieron una realidad materialista: la religión del Progreso técnico». Todos los grandes acontecimientos de este mundo tienen una genealogía espiritual. Dos amores, dice San Agustín han dado nacimiento a dos ciudades: una, la Ciudad de Dios, fundada sobre el amor y la unión con Dios, y otra, la Ciudad Terrestre, fundada sobre el amor de los hombres que puede llegar hasta el desprecio de Dios. Todas nuestras instituciones políticas están fundadas ya sea sobre el amor y la unión con Dios, ya sea sobre el amor de los hombres que puede llegar hasta el desprecio de Dios. Unas merecen ser llamadas las esposas de Cristo, otras las adúlteras del demonio. El fin del siglo XVIII ha visto el desmoronamiento de nuestras instituciones cristianas en Europa, y el advenimiento de un nuevo poder en el Nuevo Mundo. Aquí, la agonía de un régimen y de una sociedad, allá, la construcción de una pirámide política bajo la

«Una nota sobre el nudismo» - Gilbert K. Chesterton (1874-1936)

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Algunos de los escritores modernos más inteligentes tienen una estrecha costumbre contra la cual quisiera protestar. Consiste en negarse totalmente a expresar la opinión de los demás tal cual es y a considerarla según sus propios méritos. El escritor moderno debe suponer que es cuestión de elegir entre su propia opinión extrema y algo que está en la otra punta. Hallé un ejemplo curioso en un libro excelente de Cicely Hamilton llamado Modern Germanies. Hacía referencia a la secta de los nudistas, que han renovado la vieja herejía de los adamitas y andan muy tranquilos sin ropa, y se toman muy en serio; como si la desnudez fuese un invento moderno. Creo que la señorita Hamilton en verdad vaciló un poco, pues sus instintos de persona civilizada la llevaron a reír, y sus instintos de progresista, a aplaudir. Entonces, ¿qué hace? Inmediatamente, repite la vieja historia de Pablo y Virginia, la novela muy artificial y sentimental del siglo XVIII, en la que la heroína se ahoga porque se nie

«Los Puertos Grises» (fragmento) - John R. R. Tolkien (1892-1973)

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Ha muerto un viejo amigo, Jorge Ferro. Muchas y muy buenas cosas podríamos publicar aquí de su autoría. Ya lo haremos. Preferimos ahora, como homenaje y tributo a la enseñanza que nos legó, reproducir este fragmento de «El Señor de los Anillos» –que es una despedida–, y a modo de gratitud por todo lo que nos transmitió   en aquellas ya lejanas pero inolvidables reuniones de la «Guardia de San Miguel», acerca  de su entrañable Tolkien, cuando todavía casi ni se oía hablar de él. [...] El veintiuno de septiembre partieron juntos, Frodo montado en el poney en que había recorrido todo el camino desde Minas Tirith, y que ahora se llamaba Trancos; y Sam en su querido Bill. Era una mañana dorada y hermosa, y Sam no preguntó a dónde iban. Creía haberlo adivinado. Tomaron por el Camino de Cepeda hasta más allá de las colinas, dejando que los poneys avanzaran sin prisa rumbo al Bosque Cerrado. Acamparon en las Colinas Verdes y el veintidós de septiembre, cuando caía la tarde, descendieron ap